El albor de la aventura

El Pontevedra CF celebra la victoria en O Bao | David Rodiño (@daviidrodi)


En un pueblo llamado Villa Foosha, un joven apasionado y de espíritu intrépido decidió un día echarse al océano para dar vida a su sueño desde niño: encontrar el legendario tesoro de la Grand Line y convertirse en el Rey de los Piratas. Con una determinación irrompible y el poder de la elasticidad otorgado por la Fruta del Diablo, Monkey D. Luffy sucumbió a la música de la aventura, dispuesto a adentrarse de lleno en un mundo de peligros, ávidos competidores y retos encarnizados; su fe inquebrantable como brújula.

Hace escasos meses, el Pontevedra CF decidió otorgar el timón de su barco a otro capitán enamorado de una idea, también con un sueño audaz: abandonar los parajes desabridos, aunque no inusitados, de 2ºRFEF y devolver el equipo a la categoría perdida. Como Luffy, Yago Iglesias llegó con el amor por una idea irrenunciable como bandera. Menos impetuoso y un poco más sosegado, no requirió a lo largo de sus años de servicio de los poderes de un fruto especial, sino, únicamente, del respeto por el proceso y el compromiso con un estilo atrevido, a la par que atractivo y propositivo.

Con siete jornadas del campeonato disputadas, el barco granate avanza presto y entusiasmado. La primera jornada fue una muestra de las complejidades que depararía el camino: la Gimnástica Torrelavega asaltó Pasarón agotando la ilusión de la primera vez. El dominio en campo rival desde un 4-3-3 que ya no volvería, y la idea de situar a los laterales bajos, buscando dividir la atención de los marcadores rivales para brindar a Chiqui y Dalisson situaciones de 1vs1, mejorar la circulación y lograr también una mejor colocación para defender la pérdida, no funcionó del todo. El decano de Cantabria, replegado en campo propio, consiguió dañar en transiciones.

Y es que aquel partido dejó varios puntos a corregir: la presión tras pérdida no resultó efectiva, en gran medida debido a las amplias distancias entre jugadores. La estructuración a la hora de armar juego en posicional influye en cómo se defiende una vez perdida la pelota. Los de Yago, cuando el oponente les arrebataba el balón, no lograban encimar de forma puntual y coordinada, y la Gimnástica encontraba con relativa facilidad a los lanzadores, primero, y a los jugadores de banda para correr y penalizar al contragolpe, después. Otra nota negativa fue la falta de contundencia defensiva en tercio propio, como en el primer gol, claramente evitable. En el apartado ofensivo, la fluidez en el juego dependió en demasía de Yelko. No se generó en exceso y el peligro se creó a través de acciones individuales de los extremos, es verdad. Pero el equipo estrelló una en la madera y dio algún que otro susto.

En Valladolid, el Pontevedra mostró dos caras distintas. Una primera mitad muy positiva y otra segunda donde los locales terminaron achuchando, poniendo en aprietos a la zaga granate. Los indicios de debilidad defensiva, sobre todo en los laterales, persistieron, siendo el empate del conjunto vallisoletano fruto de un error garrafal a la hora de tirar la línea del fuera de juego. El equipo aguantó el chaparrón, terminando con defensa de cinco y estrellando otro balón en el palo al contraataque.

La travesía no estaba exenta de dificultades, pero el capitán mantuvo el rumbo fijo.

Y en la tercera jornada al fin se destapó el tarro de las esencias. Fue un partido donde todo lo que podía salir bien salió mejor: la entrada al verde fue espectacular, y el gol tempranero de Garay, con un zurriagazo solo al alcance de Sanji, el experto de Luffy en arte marcial, fue el estímulo reforzador para seguir empujando. Sin embargo, el amo y señor de la goleada, como de la evolución en el juego a partir de aquella tarde, tiene nombre propio: Yago Iglesias. El de Palmeira no cambió la idea -faltaría más-, pero sí el dibujo: una suerte de 3-5-2 con mucha movilidad de los hombres de dentro. Mayo como pivote único, Yelko en segunda altura y un Dalisson que repitió interiorizado, mientras Charly caía a banda derecha por detrás de Rufo.

Fue un dominio apabullante y con una velocidad de circulación altísima en campo contrario. Los carrileros altos, por momentos extremos, aportaron amplitud y profundidad, con Mayo protagonista en salida, Yelko organizando y Dalisson acelerando por dentro. Pudo presenciarse una de las cualidades del modelo propugnado por el técnico: la exquisita ocupación de los espacios intermedios, con el equipo perfectamente escalonado y encontrando con sencillez al hombre libre. No en vano, Yago y su segundo de abordo, Álex Otero, entienden el fútbol como un juego de espacios, dando radical importancia a su ocupación, entendimiento y utilización en ventaja. Llegar, generar, explotar.


Por otra parte, desde ese esquema con tres centrales el equipo gozó de un mayor equilibrio y mejoró en la presión tras pérdida. Se apuntó con anterioridad que la estructuración en el momento ofensivo influye en la posterior defensa: el Pontevedra estuvo mejor organizado a la hora de atacar, más preparado para recuperar posteriormente el esférico. Fue clave la menor distancia entre líneas y entre jugadores: se vio un equipo más junto y menos desordenado. Balón y bloque avanzan al unísono -una de las premisas del famoso juego de posición, o mejor, juego de ubicación-.

Además, el esquema de tres centrales benefició enormemente a un Bastos mucho más liberado en tareas defensivas, dando rienda suelta a sus aportaciones en ataque. La presencia de Garay como central diestro o falso lateral ayuda mucho, ya que es un zaguero rápido al que le gusta defender hacia delante, encimar de forma agresiva y anticipar. Suele estar atento en las vigilancias y en las coberturas. Puro nervio.

El empate en el árido césped de Cayón, en un día sórdido y falto de inspiración, sembró una duda en el imaginario colectivo granate: ¿Y si todo había sido un espejismo? Nada más lejos de la realidad. El Guijuelo volvió a sufrir en sus propias carnes la maquinaria de Yago funcionando a pleno rendimiento; un partido de una superioridad abismal incluso con un hombre menos. Con los tres centrales asentados, los granates barrieron del campo a sus rivales. El equipo volvió a mostrar una seriedad absoluta en Coruxo y, como culmen, goleó por cuatro goles a cero al líder, el inexpugnable Zamora, recortando a cuatro puntos la distancia que los separa en la porfiada carrera hacia el tesoro. Un Zamora que llegaba invicto, con diez goles a favor y ninguno en contra.

Fueron encuentros en los que Yago dio continuidad al nuevo sistema, un dibujo que, dependiendo de la altura de Garay, muta entre el 4-1-4-1 con él de lateral y Bastos extremo, o los tres centrales con Bastos carrilero y Garay central derecho. Mayo por delante de los centrales y Yelko y Dali interiores. El equipo, dinámico, funciona a las mil maravillas: genera un buen caudal de juego ofensivo y ocasiones en ataque y está más ordenado y mejor equilibrado para defender.

Fue especialmente comentada una jugada de ensueño que no tardó en viralizarse por redes. Una salida desde atrás -previa recuperación de Samu Mayo- en la que el centrocampista leonés combinó con Garay y Yelko; burlando entre los tres, de forma asombrosa, la presión zamorana. Lo hicieron por medio de triángulos, haciendo buena la premisa del tercer hombre; atrayendo al rival a través del posicionamiento y una ocupación espacial inteligente -no hay más que ver la interpretación de los tres- y dejándolos atrás con la secuencia de pases. Mientras, se liberan jugadores en espacios intermedios o alejados, que acaban recibiendo en ventaja con tiempo y espacio para continuar el juego ofensivo. Garay terminó encontrando a Bastos, este centró hacia la otra banda, Álex la puso para Rufo… y el disparo lo desvió el defensa. El rebote quedó nuevamente para Bastos, que la mandó alta. Fútbol de salón. El comentarista lo definió como meneo.


Entrando en nombres propios y su aportación al colectivo, hay que destacar en primer lugar la temporada de Yelko Pino, el director de juego y la prolongación de Yago sobre el campo. Construye con criterio y calidad, marca el ritmo de los partidos, hace jugar a su equipo, asiste... y marca. Son ya 5 goles y 3 asistencias en siete partidos disputados. Una barbaridad para un jugador de otra categoría, con la clarividencia y la visión del rectángulo de juego a la altura de un cartógrafo como Nami. Hay que destacar la conexión que está forjando, entre otros, con el desequilibrante Chiqui, un extremo puro veloz, vertical y habilidoso que están logrando encontrar en situaciones de 1vs1, fruto de las basculaciones rápidas al lado débil -otra de las características de su libreto- que poco a poco el equipo asimila y ejecuta mejor.

Otro nombre propio, que se consagró en Zamora, es el de Samu Mayo. Sus aptitudes con la pelota eran sobradamente conocidas, siendo clave en primeros pases, haciendo circular con clase y sentido -atrevido a filtrar balones verticales-, escondiéndola y ofreciendo soluciones constantes a sus compañeros. Sin embargo, sin balón está experimentando un crecimiento notable: el pasado domingo, el gol de Yelko llega tras un robo suyo en campo rival. Es capaz de brillar en la construcción, pero también de robar y equilibrar al equipo, actuando de forma intuitiva -importante, dado que no es un habitual ganador de duelos por físico- como corrector dentro de una propuesta arriesgada. Debe seguir creciendo.

Con el devenir de las jornadas, presenciamos un nivel muy alto de Garay, el avezado Churre y Mario Gómez. Este último se beneficia en gran manera de la jerarquía del churrero, que eleva un grado más no solo el nivel defensivo, sino la agresividad e intensidad de sus compañeros. No es fácil acostumbrarse a defender a campo abierto. Mario empezó algo cohibido, aunque la falta de contundencia en tercio propio fue generalizada en la primera jornada. A Garay ya se le ha elogiado por méritos propios, por lo que aporta al equipo y lo que beneficia a Ángel Bastos, pero Mario está imperial los últimos partidos. Rápido, atento, bien por arriba… y contundente. También con buena salida de pelota.

Dalisson es otro que brilla con luz propia. Llegó a Galicia como hipotético extremo, pero Yago encontró su lugar por dentro, haciendo de acelerador y actuando como punto de unión entre las líneas. Además de sus conducciones y su capacidad técnica, fuera de toda duda, está brillando por su imparable golpeo desde fuera del área. De los tres tantos que lleva, junto a varias asistencias, dos fueron así; con disparos que bien podían haber salido del tirachinas del francotirador Usopp. Una diestra de oro.

Un hombre que merece mención aparte es Rufo. En verano había cierto runrún en torno a su figura, en gran parte por los problemas físicos que lastraron su rendimiento la temporada pasada. Sin embargo, Pasarón se deleita con una de sus mejores versiones de siempre. Está especialmente fino hasta con pelota, como se vio en la pre-asistencia para Álex en el gol de Dalisson así como en su definición de cara a portería. Lleva 5 goles en 7 partidos, pero sigue demostrando lo importante que es para el Pontevedra: batalla sin cesar, oxigena al equipo, gana continuamente duelos contra los centrales, aguanta bien de espaldas y da continuidad a los ataques. Descarga y ocupa rápido zona de remate. Es una solución constante para los suyos. El espadachín, el Roronoa Zoro de la tripulación pontevedresa.

La mejora de Bastos, la sobriedad de Edu bajo palos… el gran nivel del capitán, Álex González, titular en cuatro de los siete encuentros, pero siempre dispuesto a vaciarse en el campo y correr una vez más su banda izquierda. Sus tres golazos atestiguan que tiene cuerda para rato. Incluso Toño Calvo, en el tiempo del que dispuso, se mostró como un centrocampista de brega; con pulmón, capacidad para repetir esfuerzos y despliegue sobre el verde. Omnipresente. Un perfil distinto al del resto de centrocampistas.

El navío comandado por Yago Iglesias avanza a velocidad de crucero. Como en el manga de Eiichirō Oda, no serán pocas las dificultades a enfrentar. No siempre se ganará por goleada: como es obvio, no hay que dar normalidad a lo excepcional. Vendrán momentos difíciles. Las amenazas no consistirán en piratas payasos, mayordomos con planes diabólicos o tenientes corruptos de la marina. Sí en rivales replegados en estructuras más bajas -asignatura a trabajar para elevar nota-, o en la recaída en esos errores iniciales que tan bien está corrigiendo el técnico por el camino. El oleaje puede golpear, también, en forma de lesiones inoportunas, días malos o, simplemente, otros donde la pelota no quiera entrar.

El Zamora sigue a cuatro puntos y, aún a falta de conocer su reacción al varapalo del pasado domingo, el de Palmeira y su tripulación son conscientes de una cosa: ser el Rey de los Piratas pasa por derrotar a todos los competidores en el camino hacia el Grand Line. Situando el foco en el nosotros, está claro que, de seguir como hasta ahora, pocos rivales podrán abordar con éxito el barco granate, con una identidad claramente reconocible. El trofeo de campeones refulge al final del viaje con un brillo anhelante. La maquinaria sigue carburando y la tripulación tiene cada vez más química. La ruta está clara; solo queda disfrutar del camino.

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