Ünal decide, Quique sonríe y el Coliseum vuelve a disfrutar

El Getafe celebra los goles de Ünal | Diario Récord

En medio de la travesía por el desierto, el Getafe se encontró un oasis en forma de tres valiosos puntos que pueden resultar balsámicos. Una victoria que puede significar un punto de inflexión para seguir luchando, con uñas y dientes, para sacar adelante la ardua tarea a la que se enfrentan Quique y los suyos. En el día de Halloween, el conjunto azulón no precisó prender hogueras, ni usar máscaras: fueron dos golazos del turco Enes Ünal los que decidieron el choque y ahuyentaron a los malos espíritus. Para poner patas arriba un estadio necesitado de actuaciones como la de ayer.

"Hace 17 años perdimos los tres primeros partidos y a la cuarta jornada ganamos 1-0. Me da buenas vibras. Por qué no podíamos ganar. Ojalá todo lo que venga después sea como aquello". Un nostálgico Quique Sánchez Flores realizaba de esta manera un paralelismo entre la victoria de ayer frente al RCD Espanyol y la de su primera etapa como técnico azulón. Y es que Quique llegó sabiendo que la familia estaba en problemas, con el objetivo de hablar poco y trabajar mucho. Cuatro jornadas después, el equipo ya habla sobre el verde y se asemeja a su nuevo entrenador.

El 'Efecto Quique' es cada vez más palpable con el paso de las jornadas. Si el Getafe de Míchel, lejos de molar, no llegó a tener un estilo reconocible, un patrón de juego claro y manifiesto; su sustituto va dejando su impronta. Pues venimos observando un equipo ya más identificable, construido desde atrás, organizado, juntito y con unas señas de intensidad y lucha constante cada vez más perceptibles.

La escena del entrenador con Djené en el descuento, carácter y puro nervio: Quique animó y espoleó al central hasta la extenuación -llegando incluso a bajar al suelo- para que éste, tras una cabalgada que permitió coger aire al equipo, robase el balón impidiendo el desplazamiento en largo tras la pérdida. El entrenador lo celebró alzando los puños y dirigiéndose a la grada como si de un gol se tratara; una muestra del espíritu combativo y peleón que resurge en el Coliseum Alfonso Pérez.

Porque pudo ser un error pasar de un tipo de entrenador como Bordalás a un perfil como el de Míchel, tan distinto en formas y estilo de juego, sin entrar en nivel, al alicantino. Sin embargo, el carisma, la exigencia y la personalidad de Quique, mucho más cercano al perfil del ahora entrenador del Valencia, sí pueden -y deben- ser ese revulsivo en época de crisis. Lo que se puede ver ejemplificado en el regreso de Allan Nyom, uno de esos futbolistas que cualquier adiestrador se llevaría a la guerra.

En momentos delicados, más como Nyom: antagonista de lo estético, desgarbado y con alguna carencia técnica, pero un formidable defensor, pujante como ninguno, aguerrido y dispuesto a vaciarse en el campo al servicio del equipo. Garra, empuje, contundencia y sacrificio: el '4', ahora como tercer central, representa el Bordalismo y el tipo que un aficionado siempre querría en el once de su equipo. Porque a las duras no son muchos los futbolistas dispuestos a dar un paso adelante y partirse la cara por el equipo. Nyom sí es uno de ellos. Como Arambarri, Damián o Djené.

De hecho, el triunfo de ayer no se explica tanto desde lo táctico como desde lo mental. Para ello no hay más que ver la primera media hora de los de Quique, con ocasiones claras en la cabeza de Ünal, desatado, y en las botas de Aleñá y Arambarri. El Getafe saltó al campo con varias marchas más que su rival, dispuesto a regalarle, al fin, la primera alegría de la temporada a su hinchada. A base de empuje y acometidas contra la meta de Diego López.

En el 31', un centro desde la derecha de Damián, despejado por la zaga perica, terminaba con el canterano Koffi -minutos de calidad y gran despliegue físico como carrilero zurdo- sirviendo un balón con el pecho para Ünal, que se sacó una impresionante chilena para anotar el primero por la escuadra derecha. Nada pudo hacer Diego López ante el sensacional chut del turco, decidido a anotar el golazo de la jornada. Siete minutos después, Sergi Gómez cazaba un rechace en un córner para helar el estadio. El Getafe se iba frustrado al vestuario, con una ventaja muy pobre en relación a las ocasiones generadas.

En la segunda mitad, más igualada que la primera, volvería a mojar el turco para desatar la euforia y la locura delante de los Comandos Azulones: peinada de Darío Poveda para Aleñá, que filtra un balón alto -ayudado por el defensa- a la espalda de la retaguardia rival, donde aparece el delantero para remachar con ímpetu un balón que perforó las mallas de la portería de Diego López. 2-1 y Quique tenía claro cuál era el plan a seguir. Cabe destacar el papel de Poveda, cada vez más cómodo e importante. Ayer cuajó un gran partido tanto en el juego aéreo como a la hora de aguantar la pelota, recibir de espaldas y descargar, también para amenazar con alguna internada al espacio con peligro.

Como decía, desde el banquillo local tenían clara la estrategia: guardar, como si la vida fuese en ello, el tesoro cosechado a 30' del final. Sánchez Flores no acusó ceder la iniciativa de la posesión al rival y su equipo no llegó a sentirse incómodo en ningún momento. No ocurrió lo mismo en Granada, donde los dos puntos se esfumaron en el último suspiro a tenor del cruel tanto de Jorge Molina. Pero esta vez sí funcionó, como en todo el partido, el plan de Quique. Esta podría ser una breve síntesis de los puntos en los cuales pretende hacer fuerte al equipo, priorizando la fortaleza defensiva. Su equipo realizó un buen trabajo de contención, donde predominaron el orden, la organización y la gestión racional de los espacios.

El míster juntó al equipo en campo propio, a menudo con los once por detrás del balón, cerrando el carril central e impidiendo que los de Vicente Moreno encontraran a gente por dentro para acelerar las jugadas. Sí se les permitió mover el balón en forma de U, con objeto de encerrarlos en banda y robar. Ahí fueron importantes las ayudas y las situaciones de dos contra uno, especialmente frente a un hiperactivo Pedrosa. A Ünal lo sustituyó Mata para oxigenar, estirar y desahogar al equipo, un gran trabajo cuerpeando y aguantando la pelota y ofreciendo soluciones para la salida en largo junto a Poveda.

Cabe reseñar, faltaría más, la vergüenza ajena que sentimos cuando, en una Liga que se autodenomina la mejor del mundo, un codazo de Yangel Herrera a Jaime Mata, sin balón de por medio, terminó en amarilla al segundo, mientras se sacaba la sangre del labio. En otras palabras, se dio una agresión y se castigó al agredido. Urge darle una vuelta al deficiente nivel del arbitraje español.

Sea como fuere, el Getafe fue tesón, trabajo y sacrificio. La afición pudo sentirse orgullosa del desempeño de todos y cada uno de los integrantes del plantel. Y, esta vez sí, obtuvo esa victoria tan ansiada que, en el día de Halloween, puede servir para que esos viejos y malignos espíritus comiencen a esfumarse, poco a poco. Ya con menos presión y algo más liberado, el equipo azulón puso la primera piedra para la remontada. Porque ya lo dijo Quique: "Al aficionado le digo que crea. O cree o no se alcanza. Que se apasionen tanto como nosotros. Los aficionados lo que ven es lo que hace que se manifiesten. Somos capaces de cambiar la percepción de cómo nos ven. Esto es lo que necesitamos. Nos aprietan 15.000 y necesitamos que estén con nosotros. Tenemos que darles motivos y razones, vamos a trabajar hasta el final. Es una final, nadie nos moverá de eso".

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